Loli Pardo, Interiorista Comercial
Habrás deducido por el título, que este post es para terminar de contarte el proyecto de diseño de la fachada del Restaurante La Sirena. Así que, si has caído en esta página directamente, te recomiendo pinchar en Análisis de la fachada del Restaurante La Sirena – Parte 1 para entender mejor lo que te voy a contar aquí.
En ese post que te he mencionado puedes ver el diseño final de la fachada en un render… pero no al completo. Porque el proyecto necesitaba completarse con una terraza muy práctica, ya que La Barra de La Sirena se apoya de ella la mayor parte del año. Así que tuvimos que trabajar el diseño de una terraza que estuviera alineada a la esencia de la fachada, que no “contaminara” el diseño y que no tuviera el engorro de recoger sombrillas cada vez que terminara el servicio.
Resultado de la fachada con la terraza.
Ni una salchicha, ni un vagón de tren
Las premisas de nuestros clientes: que no pareciera “un vagón de tren”. Y es que una terraza de 1’5 metros de ancho y 26 metros de largo, con cerramientos laterales para evitar el viento que se genera a menudo en esta zona, tenía todas las papeletas para convertirse en ese vagón de tren que no querían ver en su terraza.
Por practicidad y precio (una de las premisas principales de casi todos los proyectos) tenía que ser un toldo palillero, pero ¿por qué hacerlo todo lineal? ¿Por qué no jugar a esos cambios de nivel como los que tiene la marea? Y lo mismo con el metacrilato con el que cerrarla, ¿por qué no reproducir las ondulaciones del mar y atar así de alguna manera la esencia de la fachada con la terraza?
Vista interior de la nueva terraza de La Sirena.
Materiales, formas y colores
Podríamos decir que esta fachada tiene 2 pieles que se superponen:
- La primera piel, el fondo, que es común en todo el plano vertical en el que hemos actuado.
- Y, una segunda piel que cambia: una parte representa a La Barra de La Sirena y la otra al La Sirena Restaurante. Esto remarca desde fuera la ubicación de ambos negocios en el interior del local.
La primera piel es pintura sobre un mortero monocapa lavado. El color escogido para pintar las paredes tenía que ser neutral para que no quitara protagonismo a lo que íbamos a poner encima.
Valoramos varios tonos de grises, más claros, más oscuros… y al final optamos por un gris azulado bastante oscuro. Queríamos representar el fondo del mar, sin caer en un azul marinero típico. Y, tras varias muestras de pintura, dimos con el gris-azul perfecto.
Punto donde se encuentran e intersectan las dos pieles.
La segunda piel es la que, como te he comentado anteriormente, cambia dependiendo del negocio que hay en el interior del local. En la parte de la fachada que corresponde a donde está ubicada La Barra de La Sirena, el revestimiento está hecho con panel composite con acabado cobre.
En la primera parte de esta pareja de posts te conté el porqué de la elección del cobre como uno de los colores principales. Lo bueno del panel composite es que, además del color, conseguimos también los brillos satinados del cobre, pero con un material que tiene la rigidez y resistencia perfecta para revestimientos exteriores y a un precio más que aceptable.
Muestras de tejidos, hilo y color para simular el cobre.
No fue tan fácil encontrar una silicona con la que rematar el encuentro del composite con la pared pero, después de varias pruebas, encontramos una pintura para exteriores de Titan con la que pintar la silicona blanca. “Dios está en los detalles” y yo soy bastante cabezota con este tipo de cosas…
Los mismos colores de la fachada los “volcamos” en el vestuario laboral que diseñamos para los camareros y cocineros del restaurante (pronto escribiré otro post sobre esto 😉). Los grises fueron fáciles de encontrar, pero, aunque el tejido y el hilo perfectos para representar este color cobre nos llevó más trabajo, finalmente dimos con los tonos adecuados.
Continuando con esta segunda piel, pero centrándonos en la que corresponde con La Sirena Restaurante, a la parte más poética del negocio, fue la más difícil de ejecutar. Queríamos curvas metálicas pero no planas, tenían que sobresalir de la pared, como sobresalen las olas. No buscábamos un mar en calma y plano, sino todo lo contrario.
Imagen fotorrealista (render) de la fachada sin la terraza.
Como ves en el render, esta parte está representada con algunas zonas sólidas, otras vaciadas y otras ralladas en varias direcciones y, además, con algunos puntos blancos como si de burbujas se tratara. Todo con el objetivo de poder plasmar el dinamismo del mar, en movimiento pero equilibrado, salvaje pero domado, lleno de contrastes y dualidades, tal y como expresamos en el concepto sobre el que trabajamos, el cual expliqué en el anterior post.
Convertir la poesía en realidad
Como te he contado, la ejecución de esta última parte fue la más delicada porque, aunque en el taller se hiciera todo exactamente como plasmamos en nuestros planos, cualquier variación de nivel en la vertical de la fachada, hacía que las piezas de este puzzle se desencajaran.
Durante el montaje de «la ola».
Así que pieza por pieza, reajustando en cada paso y con una paciencia que solo los que estuvimos allí sabemos, se montó el puzzle completo. Ahora sólo quedaba terminar de instalar los leds y regular la intensidad de las luces… qué rápido se escribe aquí, pero ¡cuánto nos costó!
Como he dicho en algún momento de estos posts, los clientes tenían algunas premisas que debíamos resolver con el diseño. Una de ellas era remarcar la puerta de acceso. Resulta que, con la terraza ubicada delante de la puerta, a los clientes nuevos les costaba encontrar por dónde entrar al restaurante y esto no podía seguir siendo así.
¿La forma de resolverlo? La curva que envuelve la puerta es una gran caja de luz compuesta por metacrilato blanco opal y pastillas de led. La dificultad de esto era conseguir que, una vez encendida la luz, no se marcaran los puntos de los leds, es decir, que la luz se viera de forma uniforme. Como puedes ver en la foto de abajo, se tuvo que abrir la caja varias veces para reajustar la ubicación de las pastillas hasta que conseguimos esa uniformidad.
Si te fijas, observarás que hay unas cuantas pastillas de led ahí metidas. Como dato curioso te cuento que son más de 500 las que componen esta caja de luz, pero el resultado merece la pena.
«La oscuridad es la mejor aliada para la iluminación.»
Durante la primera reunión con los propietarios de La Sirena me sugirieron varias veces iluminar la fachada con focos, para que no se quedara oscura. “Varios focos puestos en la parte de arriba que bañen de luz toda la fachada”, es lo que me pidieron.
Una de las cosas que aprendí cuando estudié el máster en Diseño de Iluminación Arquitectónica en la ETSAM fue que la oscuridad es la mejor aliada para la iluminación. Cuanta más oscuridad haya, más protagonismo va a tener la luz que se utilice. Bañar toda una fachada, va a hacer que se vea más, pero no la va a hacer más visible respecto al resto de fachadas iluminadas de la misma manera. Entiendes lo que quiero decir, ¿verdad?
Y así es cómo conseguimos que, de noche, la fachada destaque, marcando con luz las aristas de la parte más recta en la esquina, y dando más protagonismo a los elementos que queremos resaltar, como la puerta de entrada, las burbujas de la ola y el metacrilato ondulante de la terraza. Todo con una luz fría, que hace un guiño a la frescura del producto estrella de este negocio de restauración, el puerto de mar interior de la provincia de Alicante.
¿Qué te parece el resultado de este diseño? Puedes dejar tu opinión en los comentarios y si te surge alguna pregunta, estaré encantada de responderla 😊 Ah! Y, también puedes ver los vídeos que realicé durante la ejecución de la fachada en mi canal de Youtube.
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